Yo entiendo. Yo supongo que hay una mano divina que decide què sì y què no. Què florece y què languidece. Què se premia y què se castiga.
Y aùn asì... no puedo menos que llorar.
La pregunta retòrica del "por què" me amanece y me sostiene.. aunque màs no sea en la broca.
jueves, 17 de septiembre de 2009
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