Entró sigilosamaente al cuarto.
Acariciaba el piso con sus suelas.
Los ojos se acostumbraron al silencio.
Estirò a ciegas una mano vacilante.
Pero... la luz, traidora, puso presencia
a una sombra ausente.
Iluminò un mechòn caìdo sobre
la frente del pichòn dormido...
Y... ya no pudo.
martes, 9 de agosto de 2011
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