jueves, 16 de julio de 2009

Prolijita...

la làpida. A mitad de camino entre el clamor del infierno y el dulce susurro del serafìn.

Algunos hierbajos meneaban displicentes sus tallos de olvido.

Fue necesario que Martìn corriera alguna hierba de la placa que rezaba:


"Yo me deshice en mì para que èl supiera de azul, de blanco y de ocre".


Se rascò la pelada, confuso: què mierda decìa la loca? Lo descolocaba aùn ahora, aùn desde seis metros por debajo de sus pies polvorientos?

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