la làpida. A mitad de camino entre el clamor del infierno y el dulce susurro del serafìn.
Algunos hierbajos meneaban displicentes sus tallos de olvido.
Fue necesario que Martìn corriera alguna hierba de la placa que rezaba:
"Yo me deshice en mì para que èl supiera de azul, de blanco y de ocre".
Se rascò la pelada, confuso: què mierda decìa la loca? Lo descolocaba aùn ahora, aùn desde seis metros por debajo de sus pies polvorientos?
jueves, 16 de julio de 2009
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