Porque hay UN momento.
Un instante en el que el espejo pierde la figura, aparece borrosa la sombra y susurra.
Sugiere.
Retoma y regurgita.
En ese momento en el que toda claridad palidece somos tan, pero tan, pero tan lùcidos...
Que al instante siguiente nos preguntamos por què habremos cruzado ese puente.
Sabiendo que la tablilla cederìa.
Y de esa manera, la vuelta no serìa.
No serìa tal, no sè si soy clara.
Pero para ese momento, el momento de tomar bufanda y guantes y salir a la nieve... la tablita habìa cedido.
El cenicero reventaba de colillas.
Mi adiòs se marchitaba.
En el eco tuyo.
martes, 8 de junio de 2010
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